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martes, 26 de febrero de 2013

El Caracazo


Prohibido olvidar¡¡¡
Por: Sergio Duque
Tomado de La Radio del Sur

Hace 24 años, los que hoy pretenden volver tuvieron una peculiar ocurrencia: hacerle caso al Fondo Monetario Internacional, a los poderosos de siempre, y apostar al neoliberalismo, porque eso de gobernar para el pueblo y por el pueblo hace rato había pasado de moda.
Los ricos no se sentían tan ricos, las cuentas no cuadraban y había que tomar medidas al respecto. Claro, los sacrificados serían otros, ¿Quién más? Los mismos de siempre, sí, el pueblo, los pobres, esos que tenían más de treinta años comiéndose el cuento de una vigorosa Democracia.

Vino el Plan de ajuste, eufemismo nomás. Los que hoy pretenden volver se sentaron a ver como esa gente sumisa se calaría los precios altos, la dieta a base de Perrarina, el acaparamiento a la orden del día, los créditos carísimos y -para colmo- el aumento del pasaje amén de la gasolina cara; pero -craso error- no fue así: Ese pueblo NO SE LA CALÓ.
La coronación del Capo dos semanas antes sería un vago recuerdo. El apoyo electoral de diciembre se esfumó o – como todos sabemos- resultó ser no otra cosa más que una farsa.
Estalló la Revolución. Sí, la gente tomó las calles de Guarenas, tomó las calles de la Guaira, de Valencia, de Caracas… Los barrios bajaron y bulleron las masas. Toda la energía, toda esa frustración contenida durante más de tres décadas explotó. Era incontrolable: Era sencillamente el Poder popular; era El Guarenazo, era El Guairazo, definitivamente El Caracazo.
Muchos, solamente saqueaban: los abrumaba el hambre y les hartaba eso de comer pellejos por tradición. Claro, no había nada organizado, no habían un plan de toma del poder. A lo sumo, algunos pensaron en provocar sólo el repliegue de las medidas salvajes del Gobierno de CAP. Pero sin duda hicieron temblar al modelo. Una prueba del poder Constituyente se estaba viviendo.
Los que hoy quieren volver, el Gobierno de entonces, el sistema, ¡incapaz!, devenido desde hace mucho en títere del poder imperial, sólo atina a repetir la fórmula represiva que lo había mantenido allí portanto tiempo.
El ejército es enviado a las calles, la policía igual: la idea es reprimir – o matar- a los facinerosos, a ese ‘lumpen monstruoso’ que reclamaba lo suyo.
El 27 de febrero de 1989 pasa de ser un acto de justicia popular a una dantesca escena en la que se impone el terror, donde los fusiles atravesaron almas más que cuerpos macilentos, y dejaban a su paso carnes morenas al borde de un abasto donde el acaparador también se proclamó -ad honorem y de facto- defensor de la sagrada propiedad privada; ésa que la divina providencia del robo y el ocultamiento de comida, le habían otorgado desde el Olimpo de la miseria humana.
Las víctimas se cuentan por miles, los camiones –inprovisadamente funerarios- circulan con cuerpos amontonados en su tolva, los terrenos baldíos no se expropian para casas, sino para fosas comunes. La imagen espanta, la impotencia llega a los huesos y queda tatuado en el alma del pueblo en armas que no se explica cómo demonios tuvieron que hacer fuego contra su propio pueblo; siendo así -y para indulgencia de la oligarquía- merecedores de la reveladora maldición bolivariana.
La llamarada de cuatro días termina cuando se sofoca a fuerza de balas. El horror de esas masas nos recuerdan no otra cosa más que a los irredentos zamoranos, abatidos y vencidos, pero definitivamente despiertos y victoriosos.
A la postre, el sacrificio no sería en vano. La lección queda en la historia, mas no en los réditos de los que pretenden volver. En ellos gobierna la negación. No enmiendan, no entienden lo que pasó y el pueblo en armas también se rebela. Tambalean, pero no caen.
Tampoco entendieron y siguen dándole la espalda a la gente. En la crisis bancaria apoyan a los banqueros, sí, a los ricos, a ellos mismos ¿A quién más?. No aprenden.
Luego, cuando la patria demandaba auténticos cambios, no tuvieron mejor idea que apostar por las medidas detonantes del ’89 y llamarlas Agenda Venezuela. Las consecuencias fueron obvias: miseria, hambre, destrucción de la patria. Se reeditan las condiciones previas al Caracazo, pero en esa Venezuela ya avanzaba la esperanza contra los que hoy quieren volver, los que nunca aprenden. Una boina recorre las polvaredas. El resto es historia y la estamos haciendo. Para ello vivimos, viviremos y -por supuesto- Venceremos.
Por: Sergio Duque
Tomado de La Radio del Sur

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